Marginación entre desplazados indígenas

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  • “El Gobierno ni siquiera sabe que estamos aquí y que sufrimos”.

Por Graciela Rosales/La Voz de Durango

Con lágrimas en los ojos, mujeres indígenas de los municipios de Pueblo Nuevo y El Mezquital, se dicen olvidadas por el Gobierno y obligadas por la inseguridad que viven en la ciudad de Durango, en deplorables condiciones; es tanta su desesperación que claman ayuda, pero nadie las escucha.

Un grupo de mujeres indígenas de las comunidades de San Francisco de Lajas, Valonita, Cañas, Camarones, La Rasposa, entre otros, que visitaron la redacción de La Voz de Durango, para denunciar la pobreza, insalubridad y marginación en que viven.

Paulina Tomás Bautista y Celia Díaz Ríos, nos contaron la historia.  Se trata de 208 familias desplazadas por la delincuencia organizada, “llegaban y disparaban sin importar que hubiera niños, mataron a familias enteras y en diversas ocasiones amenazaron con prender fuego a los jacales”, fue entonces cuando decidieron emigrar a la ciudad, así con lo que traían puesto.

Lo más fuerte de este desplazamiento se dio en el año 2013, llegaron a la ciudad de Durango buscando mejores condiciones de vida, pensando que había gobiernos sensibles y atentos a las necesidades de los indígenas, ¡se equivocaron!

“El Gobierno ni siquiera sabe que estamos aquí y que sufrimos”, y sus ojos se llenan de lágrimas al relatar su vida, “comemos frijoles, solo frijoles, una o dos veces al día”, antes cuando los niños se enfermaban los llevaban al Hospital Materno Infantil porque no les cobraban, pero ahora ya no los atienden porque no tienen con qué pagar.

Aquí viven dispersos en distintas colonias y rumbos de la ciudad, pero se reúnen para compartir sus penas y alentar entre ellos el peregrinar de oficina, tras oficina en busca de ayuda, de empleo, de comida, de medicinas, de vivienda, les falta todo.

A cinco años de distancia, la esperanza es imperceptible, las condiciones de inseguridad en sus comunidades de origen, son ligeramente mejores y sus ojos se iluminan con la idea de volver, pero de nuevo bajan la mirada para reconocer que no tienen forma de transportarse, ni de arreglar las viviendas que dejaron y que ahora están inhabitables.

Ver esa mano morena limpiar una y otra vez la desesperación que rodaba por sus mejillas curtidas de sol, lleva necesariamente a la pregunta que se queda en el aire; ¿dónde están las autoridades?