El filme del director español “Dolor y Gloria” encabeza las quinielas para la ansiada Palma de Oro.
Agencias
Cannes, Francia. Pedro Almodóvar estaba muy emocionado en Cannes, por el gran recibimiento de “Dolor y Gloria”, un filme que encabeza las quinielas para la Palma de Oro, y tan hablador como suele, recordó su infancia, su amor por el cine y lamentó no haber besado a Antonio Banderas y Leonardo Sbaraglia.
Relajado tras la tensión y a la espera de ver si dentro de una semana gana, por fin, la Palma de Oro, al sexto intento, el realizador bromeó con la insistencia de la prensa de verle a él en el personaje de Banderas.
“No estamos ninguno de los dos tan mal como digo en la película”, aunque dijo sentirse “achacoso”. Y aseguró que en este momento de su vida, su principal adicción y casi la única “es dormir ocho horas cada día y saber que voy a hacer una nueva película”.
Porque, como recordó, su gran ambición desde siempre ha sido hacer películas “del modo más personal posible”.
“Que respondieran a mi minúscula mentalidad. Eso es un gran riesgo y hay que asumirlo, pero para mí el significado del éxito es que he podido hacer las películas que quería hacer”.
“La noche maravillosa de ayer no significa nada más ni nada menos que haber experimentado esa noche maravillosa. Los problemas en la vida son los mismos que antes”.
Así como los miedos. El principal para él es no volver a hacer cine, por eso siempre tiene proyectos en la cabeza. Ahora prepara dos adaptaciones de autores que no quiso mencionar porque no sería la primera vez que un guion que escribe no le apasiona lo suficiente para rodarlo.
Lo que tiene que sentir para lanzarse a rodar esas historias, precisó, es “que te vaya la vida en contarlas”.
Y además de hablar, y mucho, de cine, también evocó recuerdos de la niñez, parecida pero no igual a la del personaje de Banderas en la película, el de un cineasta procedente de un pequeño pueblo, que ha vivido el éxito y ahora pasa por un momento de olvido y dolor.
Recordó la extrañeza con la que su madre le miraba cuando era pequeño -“y no era precisamente con orgullo”- y la que descubría en la mirada de los demás, de sus compañeros de colegio.
“Una mirada que tiene mucho de repulsa, de crítica y humillación. Es una experiencia muy dura para un niño, tan dura como que tu madre te mire como a un ser extraño. Pero yo era un niño muy fuerte y no pudieron conmigo con esa mirada de extrañeza”, relató sin lamento.