Editorial

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Nuestra hermosa ciudad cumple hoy años. Es su cumple. Debiéramos festejarlo como unos hijos agradecidos festejarían el aniversario de su madre. Y son 456 años de claroscuros, desde la fragilidad con la que nació la Villa del Guadiana, gracias a la visión de los conquistadores españoles que dieron vida y luz a la futura ciudad. ¿Claroscuros?, la matanza de indígenas tepehuanos y mexicaneros a lo largo de los decenios que siguieron. La dificultad para conseguir agua para la subsistencia, la expansión del territorio hacia el Camino Real de Tierra Adentro, el establecimiento de fortines en la vastedad para controlar a los indios belicosos y luego de ello, la aparición en el territorio de Apaches y comanches como el indio Raphael que asedió las afueras de la perla del Guadiana.

Décadas de soledad y aislamiento. La visita del presidente Juárez a su regreso del norte en lo que en algún momento constituyó a la ciudad como la sede de los poderes. El desarrollo del comercio, las nuevas rutas al Océano Pacífico, la llegada de más y más colonos comerciantes y, la aparición de salteadores por todos los caminos del naciente Durango que había dejado atrás su historia colonial con profunda huella, en ese entonces, las minas, los ranchos, los pueblos eran presa de ladrones y asesinos como alguna vez en su modalidad lo fueron Doroteo Arango, el “tigre” Parra y Heraclio Bernal, y su cazador del gobierno de Durango Octaviano Meraz, la sangrienta Revolución Mexicana con el cerco a la ciudad que Tomás Urbina y sus huestes orillaron a la rendición dejando decenas de muertos. El descubrimiento del suero antialacránico por los duranguenses Isauro Venzor y Carlos León de la Peña. Época en que ya Durango era una ciudad trazada primero al estilo de los españoles a cuadros y luego a la voluntad de Dios, como las callonas del Cerro del Calvario, las nuevas colonias y asentamientos hasta la modernidad. Hoy la hermosa ciudad cumple años, es su aniversario, y los duranguenses que llevamos a Durango en el corazón, debemos festejar demostrando nuestra mejor actitud y amor por el terruño, el esfuerzo sincero por el trabajo dedicado, la buena vecindad con los de al lado, el comportamiento ejemplar y limpio, el esmero de quienes estudian, comercian, industrializan… gobiernan. Dejemos atrás la abulia y la pereza, dejemos aquellos claroscuros y veamos a un Durango en el porvenir, en la igualdad y esperanza, en el buen trabajo remunerado y en el buen Dios Nuestro Señor que nos ha bendecido, cuidado e impulsado hasta nuestros días.