Exhorta el Arzobispo a evangelizar

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  • Como un ejército de Dios.
  • La tarea insustituible de la Iglesia es recobrar y acrecentar el fervor único y la alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas: Faustino Armendáriz Jiménez.

Graciela Rosales/La Voz de Durango

Monseñor Faustino Armendáriz Jiménez, arzobispo de la Arquidiócesis de Durango, durante la celebración eucarística con motivo del XV aniversario de su ordenación episcopal, exhortó a todos los sacerdotes, fieles consagrados y consagradas, para unirse como un ejército de Dios a la tarea insustituible de la Iglesia, que es la misión permanente casa por casa y como ha dicho el papa Francisco, recobrar y acrecentar el fervor único y la alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas.

Durante la homilía, celebrada en la Catedral Basílica Menor, monseñor se dirigió a los sacerdotes, diáconos y seminaristas ahí reunidos, así como a los fieles, al manifestar su alegría y comenzó parafraseando las primeras palabras del papa emérito Benedicto XVI, en el momento de su elección.

“Me considero un simple y humilde trabajador de la viña del Señor y me consuela el hecho que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes”.

“En verdad, que después de quince años como obispo, no puedo más que concluir como lo hace el gran obispo de Hipona, San Agustín, en su carta sobre la discusión pelagiana: ‘La gracia no responde a mérito alguno, sino que es un don gratuito de la bondad’. Así percibo yo mi ministerio episcopal, en verdad, el Señor ha sido bueno conmigo”.

Consciente de su realidad, Armendáriz Jiménez tituló su primera Carta Pastoral a la Arquidiócesis de Durango “Para esto he venido”, que es un texto del Evangelio de San Marcos donde el Señor, después de orar, va a los distintos poblados para predicar, dejando ver, que la razón de su presencia entre ellos es la de anunciar la Buena Nueva.

Más adelante retoma las palabras del papa Francisco: “Recobremos y acrecentemos el fervor, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo”.

El obispo, por ende, debe ser el primer interesado en reavivar el don recibido. Reavivar es volver a encender el don divino, acogiéndolo y viviéndolo de manera nueva Es decisivo, para que el obispo o el sacerdote pueda responder adecuadamente a su vocación, que ese don sea continuamente vivificado.

“Es aquí donde entra la formación permanente que nosotros, en nuestra Arquidiócesis, queremos impulsar fuertemente. Les recuerdo a todos los presbíteros, que hemos recibido, no un espíritu de temor, sino de fortaleza, por lo tanto, que este mismo Espíritu nos ayude a configurarnos con Cristo Sumo y Eterno Sacerdote.

El ladrón viene para robar, matar y hacer estragos. Ve a las ovejas como algo de su propiedad. Nosotros podemos caer en esta tentación, ver a la Iglesia como algo de nuestra propiedad.

El Buen Pastor conoce a sus ovejas y ellas le conocen a él. “El verbo conocer no se refiere meramente a un conocimiento teórico, sino sobre todo, a un conocimiento personal y profundo”.

Un tercer elemento es la unidad. La misión de Jesús como Pastor no solo tiene que ver con las ovejas dispersas de la casa de Israel, sino que tiende en general, a reunir todos los hijos de Dios que estaban dispersos.

Antes de concluir, expresó su afecto sincero y gratitud a todos, de modo especial a los presbíteros y colaboradores más cercanos y les pidió que oren por él, para que sea un pastor según el corazón del Señor.

“Quiero decirles también, que miro con gran esperanza y confianza en Dios nuestro caminar arquidiocesano. Consagro a María Santísima, que siempre me ha cuidado y acompañado en mi vocación y a los Santos Mártires duranguenses, mi ministerio episcopal en esta, ya amada Arquidiócesis de Durango”.