Palabra Dominical por el arzobispo Faustino Armendáriz

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Domingo IX del tiempo Ordinario

Se compadecía de ellos, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor

(Mt 9, 36—10,8)

El Evangelio que hoy hemos escuchado forma parte del segundo discurso que Jesús dirige a sus discípulos. Durante tres domingos meditaremos partes de esta enseñanza. Hoy san Mateo empieza esta sección mostrando un gesto de Jesús:

Al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor.

Jesús es consciente de la realidad que vive el pueblo, y ante un pueblo desorientado el diagnóstico es que andan como ovejas sin pastor; esto lo lleva a presentar un proyecto que ayude a cambiar la realidad de las personas, este proyecto es la misión.  Prácticamente diciendo que la misión es la solución. Por eso el Señor no se queda con los brazos cruzados sino que elige a discípulos con nombre y apellido y les ordena: “Vayan en busca de las ovejas perdidas”, “Vayan y proclamen”; “Curen a los leprosos”. Vayan a donde están las ovejas, a las calles, a sus casas, salgan de su zona de confort y afronten las angustias, los rostros y carnes heridas de las ovejas. Hoy lo pide a las Diócesis, a las parroquias, a los sacerdotes, a las religiosas, religiosos y laicos.

Primero se habla de un ‘rebaño sin pastor’ pero rápidamente se abandona esa comparación para hablar de una tierra de cultivo y de trabajadores: la mies es mucha y los trabajadores pocos.

Comparar al pueblo con un rebaño sin pastor es frecuente en la Sagradas Escritura, basta mencionar un pasaje del profeta Ezequiel donde Dios promete: “Yo mismo apacentaré a mis ovejas” (Ez 34,15). Pensar de esta manera es bueno, pues ayuda a reafirmar la confianza en un Dios providente y fiel que nunca abandona a su pueblo, y así es, así es nuestro Dios. Sin embargo, existe un riesgo en esta imagen de rebaño-pastor. Si Dios es providente y nos ama, es verdad que Dios apacentará a su pueblo, pero tenemos también la responsabilidad de orar, para que Dios en su gran misericordia se acuerde el pobre, del enfermo, de quién ha perdido su empleo, que Dios ayude al hermano que lo necesita.

Ante la dificultad, dice el texto que las personas estaban extenuadas y desamparadas, Jesús no repite el milagro de la multiplicación del pan, ni ningún otro milagro prodigioso, sino que: Llama a doce discípulos, les da poder y los envía.

Este es el proyecto que Jesús viene a anunciar, la metáfora de pastor-rebaño abre su horizonte, para integrar a otro protagonista. Con la comparación de la viña queda claro que Dios es el dueño de la tierra, es el primer responsable y nunca dejara que la mies se pierda, pero su estrategia es hacernos coparticipes de su acción. No es Dios el único que actúa, sino que por voluntad de Él también nosotros somos responsables del viñedo.

En medio de esta situación difícil, hoy la Palabra de Dios nos invita a no solo elevar oraciones, esperando que por una acción milagrosa todo se arregle. La propuesta de Dios es muy clara, si, hacer oración para que el Señor haga resurgir el compromiso social de sus hijos, si, orar para que la esencia misionera de la Iglesia se despierte y salgamos a anunciar, pero sobre todo a construir el Reino de Dios.

La misión es el paradigma de toda la Iglesia, no es una actividad esporádica ni opcional, sino la misma razón de existir de la comunidad cristiana. La misión es la manera de ser Iglesia, un modo de vida comunitario que requiere ánimo, esperanza y convicción. La Misión significa participar del plan Divino para transformar la existencia de los hombres, es con la misión con la que los hombres y mujeres imitan y reflejan a Jesús.

Pidamos a Dios que suscite en cada uno de nosotros el compromiso misionero, el compromiso social, el entusiasmo por ayudar a los demás. Recodemos las palabras del Señor: hay más alegría en dar que en recibir.

+ FAUSTINO ARMENDÁRIZ JIMÉNEZ

Arzobispo de Durango