Didier Bracho, entre la luz y la oscuridad, capta momentos irrepetibles

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  • La fotografía realidad y testimonio.
  • La durangueñeidad se refleja en sus fotos.

Por Juan Nava Stenner

La fotografía es una extensión de la espiritualidad del hombre, dice Didier Bracho Ruíz, uno de los más exitosos representantes de la fotografía documental y publicitaria en Durango.

-“Cuando el alma y el corazón se unen, escuchan”-.

Para hacer buenas fotos hay que andar con la cámara al hombro, no hay segundas oportunidades, revela Didier Bracho Ruíz, fotógrafo desde siempre, educado por uno de los mejores periodistas duranguenses, su padre don Didier Bracho Soto.

Amable, respetuoso, agudo, observador, Didier Bracho Ruíz es ampliamente conocido en el mundo de la imagen. Cientos de salas de estar de hogares duranguenses, presumen fotos de Didier Bracho.

“El fotógrafo debe sacar luz de su propia oscuridad”, publicó hace unos días en la red social Facebook, un pensamiento sabio adoptado por el duranguense, como una premisa de vida.  “Hay que conmoverse de lo que ves con la cámara, alimentar tu ser y tu espíritu, la nobleza de un buen fotógrafo se refleja en la simpleza de su trabajo”.

Las fotografías de Didier, han aparecido en revistas y periódicos, igual retrata los hechos en la fotografía documental donde su pasión -dice- es trabajar con la gente.

Estudió Ciencias de la Comunicación, pero fotografía en California, Estados Unidos, donde tuvo oportunidad de aprender retoque digital de los creadores de Photoshop una herramienta imprescindible en estos días. Colaboró en Los Angeles Times y trabaja con una Full Frame de la Nikon, la emblemática d850.

“Saber ver es lo primero -confiesa Didier- saber moverse, aproximarse al sujeto a fotografiar sin perturbarlo, sin alertarlo sobre algo malo, sino como partícipe del arte de la imagen que trascenderá al tiempo”.

–Creo que el pedir una fotografía a una persona conlleva muchos retos y rechazos— pregunto porque imagino que en estos tiempos y con tanta gente mala por ahí, pues….—.

–Sí, afirma el entrevistado- acercarse con cuidado y con una sonrisa siempre, avisándole con una actitud relajada que nada le pasará si acepta ser fotografiado.

Didier Bracho confirma que la democratización de la fotografía, esto es que con la digitalización todo mundo accede a tomar fotos fácilmente, pero el fotógrafo de celuloide o rollo, siempre tendrá una visión distinta. El fotógrafo trabaja con luz y sombra, el fotógrafo digital es más un diseñador con herramientas colaterales. El fotógrafo de luz pasa más tiempo en el campo, el fotógrafo digital, más en una computadora, pero ambos son fotógrafos, ambos interpretan la luz y la composición. Se complementan.

Las cámaras de hoy pueden ser carísimas, incluso de varios miles de dólares, pero la fotografía no es eso, no es el gasto, sino la comunicación que puedes dar con ella sobre esto o aquello porque te conviertes en un narrador de experiencias, “esto he sido”, parece decir una foto sobre una cosa, animal o persona, “esto he sido”, testigo de una verdad de existencia y de momentos que se convierten en recuerdos. Por esto la fotografía como profesión apasiona.

Didier Bracho está en la sala de redacción de LA VOZ DE DURANGO, un aire de melancolía parece abrazarlo, porque siente lo que está diciendo, porque refleja en su ser la historia que carga, monumental y aguda. Su padre don Didier fue subdirector en este periódico y formó decenas de buenos periodistas y fotógrafos. “También tomaba fotos y cargaba siempre una pequeña cámara”, dice.

Didier tiene su página en redes sociales donde se puede apreciar su trabajo y como profesional sigue vigente después de 25 años de captar imágenes que han hecho la durangueñeidad.

Sobrio, vestido de negro, sí refleja esa sobriedad en su profesión, imágenes unas veces austeras, otras muy duras, las más felices. ”Son momentos, que no aceptan más que la interpretación del fotógrafo en un instante que queda grabado, pero que jamás se repetirá de nuevo”. Se despide.