Palabra Dominical

XV Domingo Ordinario

Envió a los discípulos de dos en dos

Mc 6, 7-13

La semana pasada meditábamos el fracaso de Nazaret, y veíamos que Jesús no se detiene, continua con su misión recorriendo las poblaciones de los alrededores y enseñando. Además de esto, también llama y envía a predicar a los doce apóstoles. Esto es lo que el Evangelio de este domingo nos enseña.

El pasaje comienza diciendo que Jesús llamó a los doce, ellos son los mismos doce que había llamado “para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (cf. Mc 3,13). “y comenzó a enviarlos de dos en dos”. se trata de constituirlos en discípulos-misioneros de una manera permanente. El detalle de que fueron enviados de “dos en dos” tendría un doble significado. En primer lugar, responde a la exigencia de que haya dos testigos concordes para que sea creíble el testimonio (cf. Dt 19,15, 17,6). En segundo lugar, se insinúa el tema de la fraternidad. Por tanto, van de “dos en dos” para ayudarse mutuamente y para vivir entre ellos la realidad del amor fraterno que han de testimoniar en su predicación.

Y les dio poder sobre los espíritus impuros. Jesús les confiere una autoridad dependiente de él mismo. Sólo puede dar autoridad o poder el que la tiene; y Jesús tiene esa autoridad como propia; y está además capacitado para transmitirla a sus discípulos. Les comparte su propio poder y autoridad sobre los “espíritus impuros”, que implica todo lo que hace daño al hombre (física, psíquica y espiritualmente).

Siguen luego una serie de instrucciones concretas sobre el estilo de vida del discípulo-misionero, que es esencial para quien lo anuncia por cuanto debe testimoniar que vive lo que predica. Jesús se ocupa de cuestiones muy prácticas y elementales: vestido, alimento y alojamiento. No pueden llevar ni pan, ni dinero ni provisiones. Sólo se les permite llevar un bastón y sandalias, elementos necesarios a todo peregrino. Fuera de esto, sólo una túnica. En cuanto a la vivienda, deben aceptar la hospitalidad de la gente, permaneciendo en la casa dónde los reciban. En síntesis, cuando el Señor los llamó por primera vez, los discípulos lo dejaron todo y lo siguieron. Y así deben seguir, desprendidos de todo, Libres.

Luego les da instrucciones sobre el modo de obrar, de reaccionar ante la posibilidad real del rechazo y fracaso. Si no son recibidos ni escuchados, deben marcharse, sacudiéndose el polvo de los pies. Aquí significa que deben exteriorizar el hecho de que han sido despreciados; y dejan en claro que al cerrar sus puertas y sus corazones se han perdido algo importante para sus vidas.

Como podemos ver la misión de los discípulos es una tarea que supera las posibilidades humanas. Ellos deben llevar la Buena Noticia del Reino de Dios, y como se ha dicho tantas veces, no deben hacerlo sólo con palabras sino también con gestos. Al introducir estas indicaciones, el evangelio quiere subrayar fuertemente que la realización de esa tarea no depende de ninguna manera de la fuerza del hombre sino de la potencia que tiene el mandato de Cristo. La pobreza exterior del misionero debe ser un signo de su convicción de que toda su fuerza la recibe del Señor, y de que él no confía en sus propios medios para llevar a cabo la misión que se le ha encomendado. Por tanto, las advertencias de Jesús en el sentido de proveerse con mucha sencillez, con sobriedad y pobreza, exigen siempre a los cristianos decidir cómo pueden hacer presente el reino de Dios en su tiempo, con credibilidad y ejemplaridad; sin buscar el propio provecho, sin pretender dinero o bienes, sin ansia de poder o sin abusar de la autoridad que Dios les ha dado (cfr. 4,18s; 8,14-21); de este modo pueden hacer presente el efecto liberador del reino. Lo más importante que deben llevar los discípulos-misioneros “lo llevan puesto”, la autoridad/poder recibido de Jesús, la Unción del Espíritu. La misión pasa más por los hechos que por las palabras; más por el testimonio de vida coherente que por las estrategias pastorales.

Hoy debemos preguntarnos: ¿qué me hace falta para ser discípulo-misionero? ¿Qué tengo que tener y llevar al salir en misión? La respuesta es: lo menos posible porque lo más importante es lo que el discípulo-misionero tiene en su corazón, la fe y el amor de Jesús, que es lo que tenemos que transmitir a los demás. Todos los medios pueden ayudar, pero lo más importante es lo que llevamos dentro; lo que vivimos y testimoniamos.

Las indicaciones prácticas que da Jesús a los apóstoles son relativas a su época, ya no usamos túnicas ni sandalias ni nos movemos sólo a pie y con bastón. Pero el espíritu que está en el origen de estas normas sí sigue siendo válido para todos los tiempos: el discípulo-misionero no debe poner la confianza ni en sí mismo ni en los medios, sino en el poder de Dios que lo envía.

Y tú ¿Ya estas preparado para la misión? ¿Ya estás haciendo la misión?

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Arzobispo de Durango 

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